En mayor o menor medida, a todos nos da mucho placer quejarnos.
Y si es por boludeces, el placer es doble.
De última para eso se inventaron los blogs.
Para quejarnos de mongoliqueadas.
Y gratis.
Entonces comprenderán la bronca que me da la gente que no permite que uno proteste de lo que se le canta las pelotas y como se le canta las pelotas.
Y ahora peor.
Te saltan con Japón.
“No te quejes tanto… mirá Japón”
Que se yo, me chupa un huevo Japón.
O sea, todo bien, pobre gente con el yodo (o era flúor?) y eso.
Pero la mancha de humedad que tengo en el baño me importa cuatrocientas veces más que el puto Japón.
Es como cuando eras chico y no querías comer la verdura o ponías mala cara cuando la abuela te regalaba ropa en tu cumpleaños.
“Hay niños que no tienen para comer ni ropa que ponerse”
Si. Y??!!
Hay niños que para el cumpleaños le regalaban un viaje a Disney y en cambio a mí me daban ropa y me lo festejaban en casa con pizza casera.
Tal vez compararse con gente que está hecha mierda es un buen recurso para ser feliz.
A ver.
Laburo como puta y gano chirolas.
Tengo que operarme y me da terror.
Me gusta un tipo casado.
Odio los fines de semana porque me aburro.
Me aburro en la semana también.
Me deprime envejecer.
Siento que todos me quieren cagar.
Debe ser porque efectivamente todos me cagan.
Es un hecho que me voy a morir sin conocer París.
Mi perra me da vuelta la cara.
Mi vieja desayuna licor de huevo.
Mis amigas son fanáticas de Arjona y Sabina.
Pero ta, por lo menos no me parezco a Zulma Lobato.
Yupi.