viernes, 25 de marzo de 2011

# 6

En mayor o menor medida, a todos nos da mucho placer quejarnos.
Y si es por boludeces, el placer es doble.
De última para eso se inventaron los blogs.
Para quejarnos de mongoliqueadas.
Y gratis.
Entonces comprenderán la bronca que me da la gente que no permite que uno proteste de lo que se le canta las pelotas y como se le canta las pelotas.
Y ahora peor.
Te saltan con Japón.
“No te quejes tanto… mirá Japón”
Que se yo, me chupa un huevo Japón.
O sea, todo bien, pobre gente con el yodo (o era flúor?) y eso.
Pero la mancha de humedad que tengo en el baño me importa cuatrocientas veces más que el puto Japón.
Es como cuando eras chico y no querías comer la verdura o ponías mala cara cuando la abuela te regalaba ropa en tu cumpleaños.
“Hay niños que no tienen para comer ni ropa que ponerse”
Si. Y??!!
Hay niños que para el cumpleaños le regalaban un viaje a Disney y en cambio a mí me daban ropa y me lo festejaban en casa con pizza casera.

Tal vez compararse con gente que está hecha mierda es un buen recurso para ser feliz.
A ver.
Laburo como puta y gano chirolas.
Tengo que operarme y me da terror.
Me gusta un tipo casado.
Odio los fines de semana porque me aburro.
Me aburro en la semana también.
Me deprime envejecer.
Siento que todos me quieren cagar.
Debe ser porque efectivamente todos me cagan.
Es un hecho que me voy a morir sin conocer París.
Mi perra me da vuelta la cara.
Mi vieja desayuna licor de huevo.
Mis amigas son fanáticas de Arjona y Sabina.

Pero ta, por lo menos no me parezco a Zulma Lobato.

Yupi.

jueves, 17 de marzo de 2011

# 5

Tuve que venir al médico obligada.
Ya mi vieja me tenía los ovarios llenos.... "a ver si movés el culo y vas al médico", "y fuiste?", "cuándo vas?", "después no vengas acá a quejarte"...
Igual es al pedo. Voy a pagar para que me digan que estoy hecha mierda por dentro.
Por fuera no.
A no ser que me compares con Scarlet Johansson.
Ahí si, tapame con diario sin dudar.
Miro a mi alrededor y pienso en lo asquerosa que debe ser la sala de espera del dermatólogo.
Supongo que debe ser lo más parecido a una reunión de zombies.
La del gastroenterólogo no.
Nuestra cara de ojete no tiene granos, ni quistes, ni quemaduras, ni lunares peludos, ni cosas raras.
Entonces ponele que estoy bien por fuera comparada con un zombie de dermatólogo.

Otra cosa.
Siempre me dijeron que el hombre es un animal gregorio.
Animal seguro... gregorio no se si tanto.
Fijate nos sentamos separados, como para evitar respirar el mismo aire.
Pero sigue entrando gente y se acaban los lugares antisociales.
No tienen más remedio que elegir al lado de quién se van a sentar.
Embromada decisión, porque como que después no podés arrepentirte.
Te ensartaste con ese compañero de sala de espera y chau.

Ahora acá, todos se van acomodando y nadie vino al lado mío.
Me persigo que tengo olor.
Imposible tocarme un sobaco y olerlo sin que todo el mundo se dé cuenta.
Que querés, vengo del laburo no de un spa, la concha de tu hermana.
Pongo la cartera al lado como para decir que nadie se sentó ahí porque está la cartera, no porque yo tengo algo malo.
Entra una vieja y me pide que saque la cartera.
Vieja de mierda.
Seguro lo hizo para molestar.
Me clavé con una vieja con olor a naftalina.
La miro de reojo y tiene una verruga en la barbilla.
Encima zombie de dermatólogo.
Hay días que no se pega una, mecacho.